Si entendemos el amor como un arte, la acción de amar se convierte en una disciplina a la cual debemos procurar tiempo y atención, como cualquier otra disciplina artística. Ahora quiero hablar un poco acerca de la unión entre el amor y la energía sexual, que comprenden en sí la energía vital; esta energía es llamada de muchas formas dependiendo del enfoque que se adopte, por ejemplo, en psicoanálisis se le refiere como la líbido, por ahora la llamaremos sencillamente energía sexual. En muchas tradiciones antiguas de la India, utilizan el deseo sexual para canalizar esta energía y propiciar el estado meditativo a través del sexo; en el momento de coito se pierden las fronteras del Yo, y el ego se desvanece momentáneamente mientras los cuerpos se entrelazan, mantener este estado es el propósito principal del Tantra.
El Tantra o tantrismo es una práctica espiritual de origen Oriental, donde se incluyen técnicas de meditación y rituales sexuales para alcanzar un estado elevado de consciencia, es decir, convierten el encuentro sexual en una ceremonia, un rito, una práctica armoniosa cuyo propósito es mantenernos conscientes y enfocados en lo que está ocurriendo en el momento. Que se fundamente en un rito sexual no quiere decir que no se puede practicar de forma individual, al contrario, se incentiva empezar desde uno mismo, como es denominador en todas las formas de meditación: el autoconocimiento es el primer paso para aprender a meditar.
Durante el encuentro sexual podemos diferenciar dos formas de excitación: el clímax y la excitación mantenida. La primera es como una explosión de un volcán mientras la otra es como un eterno valle de placer. En la práctica tántrica se estimula a calmar el ímpetu y mantenerse en el valle, extender ese momento de compenetración íntima (ya sea individual o en pareja) que, valiéndose de técnicas de respiración, evaden alcanzar el orgasmo o clímax prolongando ese instante en que se desvanece el Ego.
La práctica del Tantra enaltece la sexualidad, haciendo del coito una ceremonia al amor. La intimidad y los vínculos que se crean entre las parejas no se comparan con la práctica sexual común, ya que el Tantra evoca un estado de consciencia que excede el carácter sexual, elevando el deseo sexual a la forma más pura de energía vital. Todo esto suena genial, ¿cierto?, entonces la pregunta consiguiente es ¿cómo hacemos para practicarlo?
Principalmente destacar que la práctica individual es necesaria, conocer tu cuerpo, tus puntos, tus sensaciones, entrenar tu respiración, mantenerte en el valle, es lo primero que debes aprender. Es una práctica consciente donde vas descubriendo tus sensaciones y en la medida que vas controlando tu respiración el rito se extiende. La meta no es el placer ulterior, sino el disfrute consciente del instante pues entregarnos al orgasmo supone el fin de la meditación.
El siguiente paso sería iniciarte junto a tu pareja, sirviéndose de masajes tántricos, ambientación acogedora y estimulante, y una disposición propicia para el encuentro. Recordando que el amor es la aceptación del momento, nos damos permiso para disfrutar de ese instante libres de juicios y orgullos.
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