Últimamente escuchamos en los medios de comunicación, hablar de forma frecuente acerca del síndrome del nido vacío y sus repercusiones para las madres que lo sufren.
Sin embargo en muchas ocasiones, sus signos y síntomas pasan totalmente desapercibidos para la familia hasta el punto de complicarse en una depresión o un problema de mayor impacto para la persona que convive con este tipo de sentimientos.
Hay que tener en cuenta, que aunque puede aparecer en ambos padres, en la mayoría de los casos es la madre la que experimenta mayor preocupación que tristeza cuando sus hijos abandonan el núcleo familiar, por tradición o comportamiento en el reparto de los roles.
En el caso de los hijos únicos esta sensación se ve agravada, ya que al no existir más hermanos, la sensación de soledad es mayor.
Hay que tener en cuenta que el síndrome del nido vacío no es en sí mismo un cuadro clínico o diagnóstico, sino que hace referencia de forma popular o conjunto de síntomas y signos naturales que no deben preocuparnos.
Ante un cambio de este tipo es inevitable sufrir emociones que puedan llegar a hacernos sentir más tristes o incluso con miedo ante lo que se avecina.
Sin embargo, no hay que perder de vista que la felicidad de nuestro hijo y la satisfacción de verlo convertido en un adulto independiente, deben ser superiores al deseo de mantenernos unidos a él.
Es importante respetar su independencia y su situación en la vida sin caer en reproches ni chantajes emocionales para conseguir que nuestro hijo vuelva con nosotros.
El paso vital en esa etapa es saber construir relaciones sentimentales duraderas, que no se vean influidas por el hecho de que los hijos se marchen de la casa.
Es normal y totalmente natural que deban comenzar una vida paralela con una nueva familia, o bien con el simple objetivo de iniciar una nueva etapa. Tú siempre seguirás siendo la persona más querida para él.
Si sientes que la depresión y los sentimientos negativos se apoderan de ti, no temas en consultar con el psicólogo profesional.
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