La adicción al azúcar parece estar involucrada en gran medida con el desarrollo de un mecanismo cerebral que sería el responsable de esa necesidad imperiosa que tienen muchas personas por los dulces.
Su implicación va mucho más allá, hasta el punto de ayudar a discernir sobre futuros tratamientos para hacer frente a problemas alimentarios como la obesidad.
En la revista ‘Journal of Clinical Investigation’ se publicó un interesante estudio llevado a cabo en ratones, en el que se detecto un mecanismo cerebral muy interesante que permite medir los niveles de glucosa de nuestro organismo y por tanto, prevenir su déficit a través de conductas de búsqueda de este «oro blanco».
La adicción al azúcar vendría debida a que nuestro cerebro necesita incansablemente glucosa, como fuente inagotable de combustible biológico. Por ello, la razón de nuestro amor por los alimentos dulces quedaría escrita en el pasado evolutivo de los homínidos. ¿A que resulta curioso?
Una de las hipótesis que el equipo de investigadores ha estado valorando radica en la presencia de la enzima glucoquinasa, encargada del metabolismo del azúcar en órganos tan importantes como el páncreas y el hígado.
Además, la glucoquinasa también se encuentra en una región de nuestro cerebro conocida como hipotálamo, que regula la ingesta de alimentos, y actúa como un centro regulador del apetito para protegernos de una bajada en los niveles de glucosa.
No obstante, el estudio adquirió una implicación bastante relevante en el ámbito de la adicción al azúcar cuando se observó que en el caso de las ratas, cuando se les daba la posibilidad de consumir su comida normal o una solución de glucosa, tras aumentar la actividad de la glucoquinasa mediante un virus, las ratas optaban por preferir tomar glucosa en lugar de su comida normal.
En este punto jugaría un papel fundamental la genética de cada individuo, pero posiblemente a través de modificaciones en la conducta y la dieta se consiga frenar la adicción al azúcar y la obesidad.
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