Hoy os traigo los resultados de un estudio interesante realizado por investigadores universitarios, sobre la psicología de los videojuegos: ¿adicción o simplemente mero placer?
Tras analizar la edad promedio de aquellos usuarios que dedicaban más tiempo a la práctica de videojuegos, se llegó a la conclusión de que la edad de 35 años suele ser la del jugador estándar. Hace años, se pensaba que este tipo de diversión era propia de adolescentes o niños que se encerraban en su habitación y se mostraban totalmente aislados frente a las relaciones con los demás.
Sin embargo, los últimos estudios han revelado que el juego es inherente al ser humano desde su evolución como primate, hasta nuestros días. La cuestión parece estar en un aspecto meramente biológico, que poco tiene que ver con la sociedad actual.
La psicología de los videojuegos daba a entender, que somos seres lúdicos que disfrutamos sintiendo un alto grado de satisfacción, recompensa, placer y libertad, cuando tomamos los mandos del pc o la consola, y tenemos la capacidad de cometer errores, investigar, resolver problemas… sin ningún tipo de miedo al peligro.
En realidad, este tipo de entretenimiento nos permite volver a sentir emociones que eran únicas de nuestro periodo como niños, y que ahora, vuelven a estar presentes en nuestra vida a través de esas historias que reviven los sentimientos.
No obstante, la mala fama de la psicología de los videojuegos se ha adquirido con el paso del tiempo, a través de gamers que canalizan aspectos de su personalidad violentos u obsesivos, en las partidas.
Existen jugadores también que suelen tener predilección por títulos violentos, por el hecho de resultar algo prohibido en la vida real, y que sin embargo, se encuentra a su alcance en su totalidad, desde el propio sistema virtual. Por supuesto, eso no evita que los usuarios con personalidades que tienden al sadismo experimenten placer ante ello.
Como podemos comprobar, el videojuego por sí mismo no resulta negativo, siempre hablando desde el punto de vista de un uso responsable y coherente con nuestra vida.
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